Anoche vi El discípulo, en Netflix. 6/7
Es una película india, sobre un tipo que desde pequeño se prepara para convertirse en un gran cantante de música clásica india (que no tiene nada que ver con la música clásica europea, como se imaginarán). Este tipo de música requiere tener a un gurú, estudiar con él a diario, servirlo y cuidarlo (es un gurú, no un simple maestro), y aprender de cada una de sus enseñanzas. La música clásica india requiere para su correcta ejecución no solo aprender la técnica, sino que también se convierte en algo así como una especie de religión, un camino de vida que obliga a quien lo toma a su dedicación exclusiva.
Lo bonito de esta película es que todas las películas sobre discípulos musicales muestran a un héroe que, hacia el final, también alcanza la maestría. Todos son, en cierta forma, un Karate Kid. El Discipulo, por el contrario NO ES eso. El estudiante de El discípulo no es un ser de un talento superior, es un hombre común enamorado de la música, que le ha dedicado su vida y, sin embargo, es incapaz de dar el salto de calidad desde el ejecutor "correcto" al virtuoso. Es un hombre que, en el fondo, está destinado a ser mediocre en eso que ha dedicado toda su vida y que, a pesar de todos sus esfuerzos, y de haber abandonado cualquier posibilidad respecto a cualquier otro destino/trabajo/estudio, solo puede ser mediocre en eso que hace y que respira a cada momento.
Es un Whiplash, con más compromiso, más trabajo, menos recursos, menos talento.
Es una película sobre el arte, sobre la capacidad o incapacidad de asirlo. Sobre el talento. Sobre las maneras de enfrentar los propios fracasos o siquiera reconocerlos. Sobre aquello inmaterial que está más allá de la simple técnica y sin lo que, cualquier intento artístico, se vuelve solo eso, un intento, por mucho que la técnica sí acompañe.
Ojo, es una película lenta, con nada de acción. Cero recomendada para los amantes de las explosiones y fuegos artificiales.