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Unicoco
Charles Aránguiz
Termina el partido de primera fase contra Argentina y él sale abatido, sabiendo que no fue su mejor presentación, al contrario, colinda como una de las más bajas. No mira a nadie, tampoco quita el saludo que sobreviene a su caminar, pero va pensando en lo que hizo, en sus errores, siente la mierda. No hay espacio para reírse ni cambiar una camiseta. Las redes sociales no lo despedazan, tiene crédito, pero es objeto de la crítica: no se caga ni sale a mostrar el currículum o la trayectoria, simplemente calla y espera una nueva chance, seguir jugando, modificar la imagen, ganar. Le importa un pepino lo que piensen de él, ni está buscando la aprobación de nadie adentro de la cancha, salvo la de sí mismo, porque ha jugado toda la vida y no se derrite por uno que otro halago: reconoce su medida, así avanza. Desde la cuneta y la cancha de tierra. A lo mejor un escupo y un garabato, ¿y qué?, esas son futilidades, el movimiento precisa de desahogo.
Charles no necesita de un show televisivo ni andar contando anécdotas para parecer simpático, sí le importa verse como un tipo honesto, porque puta madre que hay recelo y desconfianza cuando la gente parte de bien abajo.
Tampoco se blinda en excusas ni argumentos atendibles, jamás un "vengo de una lesión". Y vaya como la sufrió: en el desgaste propio de la misma, también el temor de no volver a ser el mismo que fue. Claro que ese temor no borró una pizca de su tenacidad. Día a día trabajó duro, muy duro para regresar.
Reseñar sus cualidades con los botines parece una obviedad, siempre lo vemos, y es quien más a pulso se ha ganado el cariño. El de todos. Nunca deja de moverse, persigue la jugada, brinda la calma en momentos y en otros limpia la suciedad con simpleza. Si le viene alta le mete la planta y la aplasta, ganando tiempo, sacándose el cacho, mostrando barrio. Y claro que tiene toque. Y gol. Y si es penal, no tirita.
Cuando la selección jugaba mal, lo dijo y punto. Nada de escabullirse. Siempre autoexigente, esa cualidad tan escasa en el disco duro de todos.
Nos encanta Charles Aránguiz porque no tiene esa personalidad avasalladora ni extrovertida; no es ni payaso, ni héroe, sólo es un buen jugador...un tremendo jugador de fútbol. Si lo ponemos a caminar por el paseo Ahumada, seguro se va comprar unas empanadas con harto aceite, se va reír y tratará de pasar piola. Nos convoca su bajo perfil, junto a su hambre por mejorar e ir por el triunfo. Ese es nuestro 'príncipe', el más normal de nuestros cracks.
Ayer cuando el encuentro lo exigió, apareció. Justo cuando tuvo que asumir el liderazgo. Sí, volvió Aránguiz. Chile está mas contento. Y ganó. Se fue más tranquilo, aunque tampoco tanto. #BB
Termina el partido de primera fase contra Argentina y él sale abatido, sabiendo que no fue su mejor presentación, al contrario, colinda como una de las más bajas. No mira a nadie, tampoco quita el saludo que sobreviene a su caminar, pero va pensando en lo que hizo, en sus errores, siente la mierda. No hay espacio para reírse ni cambiar una camiseta. Las redes sociales no lo despedazan, tiene crédito, pero es objeto de la crítica: no se caga ni sale a mostrar el currículum o la trayectoria, simplemente calla y espera una nueva chance, seguir jugando, modificar la imagen, ganar. Le importa un pepino lo que piensen de él, ni está buscando la aprobación de nadie adentro de la cancha, salvo la de sí mismo, porque ha jugado toda la vida y no se derrite por uno que otro halago: reconoce su medida, así avanza. Desde la cuneta y la cancha de tierra. A lo mejor un escupo y un garabato, ¿y qué?, esas son futilidades, el movimiento precisa de desahogo.
Charles no necesita de un show televisivo ni andar contando anécdotas para parecer simpático, sí le importa verse como un tipo honesto, porque puta madre que hay recelo y desconfianza cuando la gente parte de bien abajo.
Tampoco se blinda en excusas ni argumentos atendibles, jamás un "vengo de una lesión". Y vaya como la sufrió: en el desgaste propio de la misma, también el temor de no volver a ser el mismo que fue. Claro que ese temor no borró una pizca de su tenacidad. Día a día trabajó duro, muy duro para regresar.
Reseñar sus cualidades con los botines parece una obviedad, siempre lo vemos, y es quien más a pulso se ha ganado el cariño. El de todos. Nunca deja de moverse, persigue la jugada, brinda la calma en momentos y en otros limpia la suciedad con simpleza. Si le viene alta le mete la planta y la aplasta, ganando tiempo, sacándose el cacho, mostrando barrio. Y claro que tiene toque. Y gol. Y si es penal, no tirita.
Cuando la selección jugaba mal, lo dijo y punto. Nada de escabullirse. Siempre autoexigente, esa cualidad tan escasa en el disco duro de todos.
Nos encanta Charles Aránguiz porque no tiene esa personalidad avasalladora ni extrovertida; no es ni payaso, ni héroe, sólo es un buen jugador...un tremendo jugador de fútbol. Si lo ponemos a caminar por el paseo Ahumada, seguro se va comprar unas empanadas con harto aceite, se va reír y tratará de pasar piola. Nos convoca su bajo perfil, junto a su hambre por mejorar e ir por el triunfo. Ese es nuestro 'príncipe', el más normal de nuestros cracks.
Ayer cuando el encuentro lo exigió, apareció. Justo cuando tuvo que asumir el liderazgo. Sí, volvió Aránguiz. Chile está mas contento. Y ganó. Se fue más tranquilo, aunque tampoco tanto. #BB